La leyenda del viejo corneta de Las Cabañas

La leyenda del viejo corneta de Las Cabañas

Cuenta la leyenda que el viejo corneta de la banda de música estaba sentado solo en su taburete, como siempre, en la barra de Las Cabañas tras el ensayo vespertino. Faltaba ya muy poco para la primera de las procesiones y este año no las tenía todas consigo. No había podido ensayar todo lo que hubiera querido. El asma que sufría desde muy joven y que normalmente no le afectaba en aquellas fechas había hecho acto de presencia de la forma más inoportuna y se había perdido dos semanas de ensayo.

Pidió lo de siempre: caña y empanadilla de boletus. Una vez oyó que alguien pedía una empanadilla cervantina de boletus y le sonó raro, como su vieja corneta el primer día de ensayo de cada año. Por eso siempre pedía una empanadilla de boletus. Pagó antes de probar nada. Era una vieja superstición que tenía: si no pagaba antes de comer o beber le sabía peor. Se lo había enseñado su abuelo, que era quien le llevaba desde muy pequeño a aquel viejo establecimiento, mucho más que él. Y así había hecho desde la primera vez que pudo pagarse una consumición. Ahora su abuelo ya no estaba, pero él iba allí todos los días después de los ensayos. Solo. Como homenaje. Silencioso. Los camareros lo sabían y, como buenos profesionales, le molestaban lo mínimo. Él pedía y ellos le dejaban su bebida, su pincho y la cuenta para que pagase y dejase la vuelta de propina. Aún se le veía orgulloso por contribuir con algo mínimo al bienestar del bote.

Pero no, la cosa no iba bien. Le empezaban a fallar los pulmones y la corneta no sonaba como antes. Llevaba dándole vueltas a las situación varios días y no encontraba una solución satisfactoria. Incluso el director de la banda le había preguntado si le pasaba algo y los jóvenes le animaban y hacían bromas para relajarle, pero no había manera.

Por eso, cuando el viejo corneta no apareció el día previo a la primera procesión a tomar su caña y su empanadilla de boletus… Cuando no apareció para cumplir con la tradición, los camareros, profesionales y sabios, dijeron aquello de «Malo, malo» y siguieron atendiendo la amplia barra sobre la que se cernía una sombra nostágica.

Sí, el viejo corneta había muerto de una fibrosis pulmonar unos minutos antes de ir al ensayo y no podría hacer su solo en la primera procesión de Semana Santa de Peñaranda. Sí, su hueco ya no podría ser ocupado por nadie ni en la formación de músicos ni en la barra de las Cabañas, donde se cuenta la leyenda que todas las Semanas Santas hay una caña y una empanadilla de boletus que aparecen de la nada en la barra, justo en el lugar en el que se Juan, el viejo corneta, se colocaba cada tarde después de su ensayo…

Y si no nos crees, ven esta semana Santa a nuestro restaurante y compruébalo de primera mano tomándote lo mismo que ese anciano entrañable que nos alegraba la música del corazón sólo con aparecer por la puerta.

(Este cuento es un homenaje a todos los clientes que día tras día vienen a nuestro establecimiento y perpetúan las tradiciones de un pueblo que les debe y al que le deben mucho).

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